Una vez tuve un amigo. De esos amigos que llegan a tu vida de manera peculiar. Porque el Donny era amigo de mi hermano chico. Y yo, como 6 años más que él hice buenas migas con este muchacho larguirucho y flacuchento, de ojos grandes y voz grave.
Fue mi super amigo, de esos que te llevan a viajar por la imaginación. Podíamos pasar horas y horas charlando y caminando por el barrio, imaginando el futuro, inventando historias. Éramos amigos, nos inventamos identidades falsas. Me seguía en todas las ideas. Era de esos amigos que te apañan en la locura de darle una sorpresa a tu ex novio. De esos con los que puedes correr en patines a la medianoche en un lugar mágico. De esos que te usan de conejillo de indias para aprender a conducir un auto. De los que te acompañan al Mc Donald's a comerte una hamburguesa o partir a comer cabritas saladas a un bar de moda. De esos amigos con los que te fumas un caño, te emperifollas para ir a la Blondie y bailar toda la noche las coreografías de Kyle Minogue. De esos que con tres pesos podías armar el mejor panorama un sábado en la noche. Con el que entras de la mano al club y sale besándose con otro chico. De los amigos que te hacen sentir especial y poderosa. De los que a ratos también debes defender. Éramos una pareja muy dispareja, fumando los Belmont Light y soñando con hablar japonés como nativos.
Ese amigo mío voló mucho más alto de lo que pensaba. Yo lo recuerdo desde mi cómodo presente, alejada de esos sueños que nos llevaban lejos.
Era un personaje de ficción. Mi amigo Donny era como ningún otro. Y seguramente hoy otro ser humano tiene la suerte de volar junto a él por el universo y más allá.
Fue mi super amigo, de esos que te llevan a viajar por la imaginación. Podíamos pasar horas y horas charlando y caminando por el barrio, imaginando el futuro, inventando historias. Éramos amigos, nos inventamos identidades falsas. Me seguía en todas las ideas. Era de esos amigos que te apañan en la locura de darle una sorpresa a tu ex novio. De esos con los que puedes correr en patines a la medianoche en un lugar mágico. De esos que te usan de conejillo de indias para aprender a conducir un auto. De los que te acompañan al Mc Donald's a comerte una hamburguesa o partir a comer cabritas saladas a un bar de moda. De esos amigos con los que te fumas un caño, te emperifollas para ir a la Blondie y bailar toda la noche las coreografías de Kyle Minogue. De esos que con tres pesos podías armar el mejor panorama un sábado en la noche. Con el que entras de la mano al club y sale besándose con otro chico. De los amigos que te hacen sentir especial y poderosa. De los que a ratos también debes defender. Éramos una pareja muy dispareja, fumando los Belmont Light y soñando con hablar japonés como nativos.
Ese amigo mío voló mucho más alto de lo que pensaba. Yo lo recuerdo desde mi cómodo presente, alejada de esos sueños que nos llevaban lejos.
Era un personaje de ficción. Mi amigo Donny era como ningún otro. Y seguramente hoy otro ser humano tiene la suerte de volar junto a él por el universo y más allá.