Me desperté un día y me di cuenta que el odio que sentía por el mundo había desaparecido en una taza de café con leche que me tomé una mañana de sábado, acurrucada en mi cama.
Y pensé que las miradas son subjetivas, junto con los sentimientos y sensaciones y dependen exclusivamente de lo que estemos viviendo en el momento.
Y de pronto una mañana sentí que no debía bloquearles la entrada a algunas personas que me estiman, que me hacen bien hoy, que pasaron por el colador del tiempo y ahora son inofensivas. También me di cuenta con total paz que a mi edad, no tengo obligación de querer a nadie que no quiera en mi vida, de no debo aguantar la respiración sumergida en un mundo que no me pertenece. Hoy solo quiero sentirme serena en muchos aspectos, a pesar de mi personalidad crítica y pseudo analista. Lo bueno, bienvenido sea. Lo malo, que sea lo más breve posible.
Una sensación de libertad me dijo al oído que no le debo nada a nadie, que la gratitud se gana y no se cobra porque no es un deber. Y sinceramente me sentí más liviana, más sensible, más querida y menos perseguida. Son cosas de lo que llaman madurez, algo que tarde o temprano debía absorber en mi forma de ser.
Y pensé que las miradas son subjetivas, junto con los sentimientos y sensaciones y dependen exclusivamente de lo que estemos viviendo en el momento.
Y de pronto una mañana sentí que no debía bloquearles la entrada a algunas personas que me estiman, que me hacen bien hoy, que pasaron por el colador del tiempo y ahora son inofensivas. También me di cuenta con total paz que a mi edad, no tengo obligación de querer a nadie que no quiera en mi vida, de no debo aguantar la respiración sumergida en un mundo que no me pertenece. Hoy solo quiero sentirme serena en muchos aspectos, a pesar de mi personalidad crítica y pseudo analista. Lo bueno, bienvenido sea. Lo malo, que sea lo más breve posible.
Una sensación de libertad me dijo al oído que no le debo nada a nadie, que la gratitud se gana y no se cobra porque no es un deber. Y sinceramente me sentí más liviana, más sensible, más querida y menos perseguida. Son cosas de lo que llaman madurez, algo que tarde o temprano debía absorber en mi forma de ser.
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