EN LA MENTE DE YOSHI

Hoy es un nuevo día. El David se va al colegio. Yo desperté hace un rato, cuando el Peter se levantó para trabajar. Pero mientras la mami no se levante, no vale la pena andar por la casa, porque la puerta continua cerrada. Bajo un rato para acompañar a David mientras toma el desayuno, si tengo suerte, me dará el ultimo pedazo de pan. Luego él se va, yo vuelvo a mi cama. Suspiro profundamente. La verdad, me siento un poco aburrido y cansado de que cada día sea igual. La Dámaris está durmiendo a mi lado. Yo la observo, para ver si despierta, pero nada. Anoche llegó muy tarde y como de costumbre, yo la esperé despierto, para saber que todo estaba ok. Ella subió lentamente la escalera, dejó su bolso y paso su mano por mi cabeza, mientras me susurró unas palabras cariñosas con ese tono idiota de mamá que le habla a su guagua... como si yo fuera un bebé aun. Pero debo admitir que me agrada. Y después de que entra en la cama, ya no despierta hasta que el sol entra por la ventana.
Los días han estado más aburridos desde que ella trabaja doble, eso debo reconocerlo. En la casa estoy casi todo el día solo, porque la gente entra y sale a cada rato. Nadie más tiene tiempo de jugar conmigo. A veces prefiero estar tirado en mi cama, en vez de pasar rabia en el jardín mirando como los otros perros se pasean por la calle y levantan la pata justo frente a la casa. Y esta falta de actividad me tiene más gordo. Ya no me sacan a pasear tan seguido. El papi ya no me invita, el Carlos ya casi no me pesca y la Dámaris que se va de carrete los fines de semana, llega los domingos a puro dormir. Solo a veces se da el ánimo de pasearme un rato, cerca de la casa, atemorizada por los otros perros que quieren pelear conmigo. Y me pone tenso a mi también. En fin. Estos días han sido tristes. Ya tengo 3 años y aun no consigo tener una novia. Solia tener un romance con una chica de mi calle. Se llama Quintrala, siniestro nombre para una chica tan dulce. Es una cocker y a mi me encantan las cockers, me recuerdan a mi madre. El asunto es que la vida de esta chica era más triste que la mia, porque ni siquiera la dejaban salir al jardín. Y cuando por milagro salía, la Dámaris me llevaba de inmediato para saludarla, para olerla y besarla por entre las rejas. Asi seguía nuestro amor, algo casi platónico e imposible, pero romance al fin y al cabo. Hasta que un día, hace muy poco, supe que había sido madre. Sí, madre de unos cachorritos, pero yo no era el padre. Sufrí una gran decepción. Jamás pensé que me traicionaría de ese modo. Caí en una fuerte depresión, no quise comer, no quise jugar, no quise bañarme, (bueno, nunca quiero eso) no quise nada. Ahora esa chica ha pasado al olvido. Yo debo seguir adelante. Solo espero que el padre de sus cachorros la quiera tanto como la quize yo. Ahora espero por un nuevo amor, espero que la gente pare en casa, espero a que Gabriel llegue el fin de semana, espero que la Dámaris me saque a pasear y podamos jugar a los perros, espero no estar tan solo, tirado en esta cama hasta que alguien se acuerde que sigo viviendo en casa y me llame para jugar.