JESSICA

Mientras estaba metida donde no debía, conocí a Jessica, una mujer de 36 años, casada, con tres hijos y bastante distinta a mi. - Los que siguen las aventuras de daripat, sabrán que ella no es una fiel amiga de las mujeres...- En fin. Nos conocimos, trabajando ambas en el mismo aburrido lugar. Al comienzo nada ocurrió, solo nos conocimos, pero con el paso de los días, esta mujer se llegó a convertir en mi AMIGA. Y para mi es difícil decir esta palabra, pues la raza humana me ha decepcionado lo suficiente como para no caer con los ojos cerrados en los brazos de nadie. La Jessica vió en mi a una niña madura, capaz de escuchar sus problemas y de dar buenos consejos. Yo vi en ella a un personaje interesante, una mujer sufrida, atrapada en su casa, con ganas de vivir y conocer el mundo, con ganas de amar y ser amada, con ganas de estar siempre sonriente, por mucho que ello cueste. Y llegué a la vida de esta mujer en el momento preciso en que su mundo construido con mucho esfuerzo y cariño, se hacia añicos tras el rompimiento de su matrimonio. No dude ni un instante. Le hacía tan bien a ella como a mi estar cerca, hablar, reir, pelar el cable cuando los demás estaban concentrados en la tediosa labor.
Hoy trabajamos también, día domingo, cuando todos disfrutan del día libre. Salimos tarde y muy cansadas. Caminamos por el centro de Santiago, desolado y triste. El olor de las flores del ciruelo empapaban el aire con vientos de primavera, de dieciocho de septiembre, emborrachado de patriotismo y costumbres familiares y yo pensaba en silencio que la Jessica lo pasaría sola junto a sus hijos. Caminamos una al lado de la otra, solas pero no desoladas, tan distintas, tan amigas, con un cariño que creció de pronto, sin aviso, un cariño que me hace llamarla mi AMIGA.