No quiero sonar mal agradecida con mi pasado y mi familia, pero debo admitir que la última navidad fue una de mis favoritas. Es raro y conmovedor a la vez sentirnos solos alejados del tumulto y la parafernalia. Sólo él y yo en torno a la cena preparada con cariño. Nuestros niños duermiendo sanos y a salvo en sus camitas, esperando la llegada del día siguiente para abrir sus regalitos. Nosotros aprovechamos y atesoramos el momento, como en una primera cita de dos novios adolescentes. El árbol de navidad, las luces parpadeantes, los destellos de la ciudad infinita, la veraniega temperatura de la noche y ese viento maravilloso que entraba por mi elevada ventana, él y yo regaloneando en nuestra pequeña casita harán de esta la navidad que recordaré con detalles el resto de mi vida.
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