Thursday, May 20, 2010

QUERER SER

"No querías tener hijos?... Pues ahí tienes dos" - dijo mi doctor en Santiago cuando me hice la primera ecografía, en presencia de la atónita mirada de mi chico, cuando en la pantalla aparecieron dos bolsitas dentro de mi útero que contenía cada una un pirigüín en proceso de transformarse en feto y luego, en bebé. En realidad no quería tener hijos así el día concreto en que todo sucedió. La ironía en la frase del doctor apuntaba a que mi acto "irresponsable" había traído como consecuencia un embarazo gemelar y tenía que asumirlo no más. Pero a pesar de lo fortuito de la situación, no tenía intenciones de arrancar de la responsabilidad, ni menos aun de la felicidad que me provocaba ser madre a estas alturas de mi vida. Ya no era una adolescente (hace rato), estaba en una relación estable, tenía trabajo... nada podía ser tan malo.
Y fue desde entonces cuando comenzaron los relatos y consejos maternos de mujeres que habían vivido la experiencia: te va a pasar esto y esto otro, los vómitos y los mareos, los antojos estúpidos y casi imposibles de satisfacer que harán que entres en crisis si no consigues lo que quieres, vas a engordar como vaca, estarás más sensible, llorando por todo, emocionándote cuando veas a un bebé en la calle, más adelante, no podrás dormir acostada, si no sentada, cuidate de las estrías, no puedes tomar agua de hierbas porque son abortivas, no tomes café ni coca-cola porque daña a las guaguas, tendrás reflujos que te impedirán comer, te puede dar diabetes gestacional, etc, etc.
De esa larga lista de advertencias y precauciones, solo un par fueron efectivas en mi caso. Por más crema anti-estrías que me eché en la panza, no pude evitar que aparecieran horriblemente y arruinaran mi piel para siempre. Y en realidad debí tener claro desde un comienzo que el historial familiar pesa, que no es lo mismo un bebé que dos y a estas alturas, mi cuerpo me está rogando que pare de crecer lo que hay dentro de mi.
Mi instinto maternal lo manifiesto de otra forma y no idolatrando a cada gaugua que se me cruza en el camino. Nunca he sido muy de piel con los extraños, sin embargo tengo claro que con los mios son más querendona que muchas que pregonan serlo.
Muchas fueron las adverftencias y pocas las cosas que sufrí realmente. El embarazo está lleno de mitos y es además un proceso bien subjetivo. Sin embargo pocas me adviritieron lo expuesto que estaría mi cuerpo a tanta manipulación médica, a tanto exámen de sangre, orina, glucosa, para saber si tengo bichos, si tengo SIDA, si me faltan vitaminas, si tengo diabetes, si mis hijos finalmente saldrán enfermos o sanos. Esa ha sido por lejos la parte que menos he disfrutado, porque no acostumbraba a visitar al doctor muy seguido y nunca había estado hospitalizada (hasta hoy) Con pequeños seres desarrollandose en tu interior, te das cuenta que tu pasas a un segundo plano, que tu vergüenza por el desnudo pasa a un quinto plano, que todo gira en torno a ellos, que tu cuerpo es solo la incubadora que los cobija y que todo lo que hagas debe ser pensando en su bienestar. En mi caso, todo se duplicó, incluyendo la dosis de los medicamentos que tuve que tomar. Pero debo ser consciente y agradecer lo magnifico que ha sido todo esto y lo fácil que ha resultado mi embarazo en comparación a otros. Mis bebés crecen día a día de manera correcta y saludable, mi rutina diaria no varió hasta hace poco cuando mi cuerpo comenzó a sufrir las consecuencias inevitables de una transformación que cambiará mi vida para siempre.

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