Quien lo iba a decir. Estoy en medio de Diciembre con ganas de morir y de matar a algunos también. Ni el espíritu navideño ni la llegada del verano son suficientes para mantenerme sonriente por mucho tiempo. Sé que lo he repetido muchas veces ultimamente, pero este año ha sido un mal año, como si una nube negra insistiera en lloverme sobremojado en mi cabezota. Y por mucho que intento esquivarla, ahí está nuevamente.
Este año, y como nunca, me he sentido fuera de lugar. No encuentro mi hogar espiritual y estoy carente de uno físico también. Mis lazos de amistad se han ido perdiendo en el tiempo y la gris oficina me ha comido casi entera. Me gustaría contentarme con una figurita de acción y una visita de sorpresa, pero la nube negra me ha mantenido en un día nublado constante y repetitivo. A veces es bueno mirar para el lado y darse cuenta que tienes lo mejor que puedes tener, que no encontrarás gente como la que te rodea en todos lados y que el chico que te robó el corazón es el mejor hombre que nunca tuviste. A veces sería lindo que lo bueno del día le ganara a lo malo, pero cuando llegas a tu casa y no encuentras nada más que tu perro tirado en el piso y la cama vacía, la tristeza te invade y te dejas vencer. Y no quiero sonar a canción cebollera en español, pero es la pura verdad.
El balance del 2008 ha sido malo para mi. Los lindos momentos, los buenos recuerdos quedan, pero mi ánimo dice que no quiero más camino por recorrer, no por este año al menos.
Y que el próximo año empiece con un sol radiante.