Odio tomar una micro en época del transantiago. Todo colapsa, nadie respeta el tiempo ni el espacio del otro, si no que se avalanzan contra uno para poder subir y si es posible, alcanzar asiento.
Pero tuve suerte. Un miercoles a las 4 de la tarde la cosa se ve bastante más tranquila, asi que logre subir sin problemas.
Me senté casi al final, en un asiento alto junto a la ventana, como me gusta. Justo detrás había una puerta para bajar. A los pocos minutos de haber subido, viene un señor vendiendo chocolates. Pasa por toda la micro, y llega hasta mi. Me ofrece vernderme uno, le digo que no. Vuelve y me ofrece nuevamente, pero yo insisto en no comprar. Me hace un gesto con su boina y se baja. Al poco instante, una señora sube y se sienta frente a mi con su hija de no más de 12 años. Ambas me miran, se sonríen, cuchichean algo entre ellas, me vuelven a mirar y se sonríen, pero no me dicen nada. Yo comencé a incomodarme. Tal vez tenía algo pegado en la cara, tal vez se me había corrido el maquillaje. Me miré disimuladamente en el reflejo de la ventana, pero no ví nada fuera de lo normal. Afuera, un grupo de escolares me quedó mirando mientras nos detuvimos con la luz roja. Me apuntaron y pensé que tal vez habían algo interesante detrás mio. Pero al voltearme no había nada.
Un par de cuadras más adelante subió una viejita y se paró junto a mi asiento. Me apresuré en darle mi puesto, y cuando estaba a punto de sentarse, me miró a la cara, me dió las gracias y me lo cedió nuevamente. Insistí en que tomara mi lugar, pero no quiso, asi que continué sentada. Y así, a lo largo del viaje muchas personas se pararon a mi alrededor, todos mirándome, todos curiosos frente a mis ojos, yo aun más curiosa frente al misterio que escondía mi persona. Hasta que al fin un joven universitario se atrevió a hablarme: "Me das un autógrafo, por fa?" No supe qué responder y me quedé un segundo en blanco. No sabía el motivo de la petición, hasta que él continuó: "Tu película es de culto, todos la han visto." Y ahí supe todo. Escribí casi sin pensar un saludo en una hoja de cuaderno y toqué el timbre para bajarme. Afuera, en la portada del diario que reparten gratis en la ciudad estaba mi cara con la leyenda: "Todos tenemos una historia para contar." Y caí en la cuenta de lo rápido que pasan las cosas en mi país. La película que filmé hace poco con mis ex compañeros de curso y que recién habia terminado de editar el fin de semana había sido vista por todos antes que en el cine, antes que le diera los últimos toques, antes incluso que le pusiera música. Ni por el consejo calificador pasó, si no que se filtró para el público antes. Es increíble como los piratas corren más rápido que el viento, más rápido que los rumores, porque antes de saberlo, todo el país ya me conocía por mi ópera prima y por una frase en el diario que había sido sacada de una conversa con un amigo en el metro. Cero privacidad, todo se sabe antes en mi país.
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