El otro día vi al Armando, ese compañero de escuela, hippiento, que le gustaba el diseño y la moda, que me decía que yo era como la princesa Leia con mi peinado y a la vez parecía la hija de Beetlejuice con mi pantys a rayas. Ese mismo Armando fue el que me pidió que esa niña con cara de buena, estudiante de actuación, fuera la Mili, la protagonista de nuestro cortometraje. Pero yo pensé que no me servía para el protagónico, si no que para el secundario, la mejor amiga de Mili, Rocío. Y fue así como Armando (bulla) se enamoró de esa chica y ella se enamoró de él y tuvieron un hijo juntos y se casaron simbólicamente y fueron felices para siempre... eso es hasta lo último que supe.
Y me lo encontré la otra noche, subiendo al mismo tren donde yo estaba, camino a mi mismo rumbo. Casi no lo reconocí, porque de pelo corto y peinado, de terno y corbata, serio como un señor jamás me lo imaginé. Pero asi es como nos pasa el tiempo, las historias ruedan por nuestros rostros y dejamos los recuerdos para contarlos como cuentos en un blog como este.
Yo también cambié.
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