Y ese perro al que bauticé como Yoshi al momento de verlo en el jardín de mi casa, no me quiere. O tal vez me quiere, pero a su manera. Pero el asunto es que me rehuye, no gusta de mis besos ni de mis cariños ni de mis mimos. Viene a mi lado sólo cuando tengo comida. Y en caso que tenga mucho, pero mucho frío, y no haya nadie más que lo acurruque, también viene a mi lado.
Algunos piensan que es gay, por lo marica que es frente a todo y principalmente, porque aun no se cruza con ninguna perrita. Pero no ha tenido la oportunidad no más. Yo sé que es macho.
Y asi como cuando era un cachorro, le gustaba dormir en mis brazos y esconder su nariz entre mis ropas, hoy se escapa de mi y se cobija en mi madre, a quien reconoce como su madre y la autoridad de la casa.
Me puse a pensar que eso que me pasa con el perro, le pasa a otros con las personas. Hay quienes estan siempre encima del otro y lo ahogan y lo obligan a quererlos y los persiguen hasta las ultimas consecuencias. Es patético y triste.
Yo no dejaré en paz a mi perro, porque lo quiero como si fuera un hijo, o un hermano menor, pero a un hombre pretendo nunca atraparlo así. No es mi estilo.
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