Todo comenzó cuando lo conocí. El "rayo", como lo llamaban sus amigos, venía a celebrar el cumple de su amigo R, quien era mi pareja en ese entonces. Por su lado, R y su amigo C habían comprado una figura de acción de Batman para regalarle a su amigo "el rayo" por motivo de su cumpleaños. Ambos, R y rayo estaban de cumple el mismo día. Yo no tenía muchas ganas de participar en esa celebración, pero decidí ir. Y ahí lo conocí, junto con otros tantos invitados amigos de R a quienes no conocía. El rayo venía de su ciudad, una cercana a la nuestra, especialmente por esta celebración. A mi me pareció simpático y particular, un chico delgado, con calugas en la guata, con un par de traumas y manías de loco que me llamaron la atención. En la madrugada escribí mi nombre en su mano para que supiera pronunciarlo bien y por la mañana, como buena anfitriona y acompañante del dueño de casa, le preparé un desayuno improvisado para que no se fuera con el estómago vacío en su viaje hasta su ciudad. Él dice que le gusté de inmediato, pero era la pareja de su amigo y eso es terreno sagrado. A mi simplemente me cayó bien, porque estando emparejada raras veces le he puesto mucha atención a otro chico.
Pasó el tiempo y comenzamos a hablar por msn, mientras mi fallida y tortuosa relación con su amigo R llegaba a su fin un par de veces. El rayo, quien resultó ser más bien Raggio, y luego JP, me hacía reir todo el tiempo y me calmaba cuando veía todo oscuro en mi futuro. Nos convertimos poco a poco en buenos amigos virtuales. En el intertanto en que me olvidaba de R, intenté otra relación amorosa con mi querido amigo Fre O. La gente nos aclamaba juntos y yo sentía la química cuando estabamos cerca. Entonces lo intentamos, pues él siempre estaba a mi lado, mientras JP estaba allá lejos en su ciudad.
Pero un día decidí, en un acto osado, ir a visitarlo. Sentí el impulso de volverlo a ver y considerando que me gusta viajar, le avisé de mi visita, tomé un bus un domingo y partí hasta él. Pasamos una tarde entera conversando y paseando por sus calles, hablando de nuestras cosas en común, olvidando nuestras obligaciones y problemas. Al comienzo todo fue torpe y lleno de silencios. Yo reía nerviosa no sé de qué, hasta que me sentí más cómoda y todo fue agradable. Excepto por el frío. Me llevó hasta su casa a tomar un café al final del día y luego, hasta la estación de buses para volver a mi tierra. Después de un abrazo, prometimos en nuestras cabezas volver a vernos.
Seguimos nuestra amistad virtual, cada vez más verdadera y cercana, mientras en nuestras vidas pasaban otras cosas. Por mi parte, fracasaba una vez más en mi intento de amar, esta vez con mi amigo farandulero. Y por primera vez en mucho tiempo, decidí de ahora en adelante, hacerle caso solo a mi corazón.
Volví para verlo una segunda vez. El paseo fue aún más lindo. Ya había confianza en el ambiente y paseamos por los parques contándonos secretos, confidenciandonos deseos en la vida. Si hasta parecía que planeabamos una vida juntos, sólo hablando entre lineas. Pero al final, ninguno de los dos se atrevió a decir nada, a ir más allá.
Con el tiempo ya sentía que lo quería, que lo quería para mi. Lo extrañaba cuando no podía hablarle y recordaba con entusiasmo y suspiros nuestros paseos de domingo. La tercera visita a su ciudad fue pospuesta por una enfermedad de su madre. Nos juntamos al fin un 14 de Abril, en viernes Santo. Esta vez yo tomé un tren y el viaje me pareció más placentero.
Él me esperaba como siempre, limpio y sutilmente perfumado, con un look que me encantaba (que me encanta) Yo fui lo más linda posible, sutilmente provocativa. Esta vez iba a conquistarlo.
Me llevó a recorrer un parque, con el sol sobre nosotros y el viento queriendo traspasar nuestra piel. El día estaba hermoso, así como me gusta. Nos sentamos en un escaño y continuamos nuestras conversaciones. Él se sintió más cómodo aun para contarme sus asuntos familiares y otros vergonzosos. Y cuando estaba a punto de confesarle mi amor por él, todo se vió amenzado con una broma que me hizo, confesandome que se casaría con su mejor amiga a penas pudiera. Yo quise morir. No supe distinguir la broma. Quise volver a casa lo más pronto posible, me sentí patética intentando algo con alguien que no sentía lo mismo por mi.
Caminamos hasta la plaza, donde brilla la figura de O' Higgins y mientras comiamos una empanada volví a sentirme segura de nuevo, sospechando que su naturaleza irónica podría haberme jugado una broma un rato antes.
De vuelta a la estación de trenes ya había caido el sol y el frío se apoderó del pueblo. Yo intenté demorar la despedida pidiendole un minuto más para conversar. Nos sentamos alejados de la gente y miramos las locomotoras pasar, en silencio. Habiamos prometido un abrazo fuerte a nuestro encuentro y él lo cobró en ese momento. Sentí un cuerpo cálido, sentí su olor tan familiar, tan acogedor. Cerré los ojos y sentí su rostro girar por sobre el mio hasta llevarme a su boca. Todo importó nada desde ese entonces, yo me sentía más liviana que nunca. Después de unos minutos, caminamos hasta la cafetería y pedimos unos cafés calientes para pasar el frío. Él solo sonreía y me besaba las manos. Yo no podía creer que me había topado con un hombre tan tierno.
Volvimos a su casa de paso para buscar un abrigo para él. Su madre, a quien había visto ya un par de veces, supo que algo especial había ocurrido, me tomó de las manos y me entibió con la mirada. Me gustó eso.
Volvimos a los trenes y tomé el ultimo del día. Un abrazo antes de partir nos hizo prometer que esto no acababa ahí. Y hoy, poco más de un año, aún no pretende acabar.
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