PANDAS Y CACHORROS

Mis soquetes de hello kitty no me hacen ser más pendeja. Son fetiches no más, tonteras de viejas que no quieren perder su lado tierno. Pero aun así, con ropas rosadas y osos de peluche en mi cama, soy más vieja de lo que me gustaría.
A veces me siento fuera de lugar, fuera de onda con lo que me rodea a diario, fuera de época, porque no tengo los mismos intereses que mis compañeros de trabajo. A veces creo que soy un oso panda sacado de japón y puesto en un canil de cachorros de cocker. Me siento un animal grande dentro de un espacio tan reducido, en un ambiente tan amable, tan gracioso, tan básico. Hablo otro idioma y me comunico con lo más simple. Ellos mueven la cola con los mismos juguetes, yo me quedo colgada con ganas de bambú, de ese que hay en mi tierra natal, de ese que como con mis amigos panda.
A veces tengo unas ganas locas de volver a japón, de sentirme en casa, de sentirme comprendida con mis gestos, mis palabras, mis ironías. Y sigo en el canil de cachorros tratando de encontrar mi rincón. Sólo espero no llegar a conformarme nunca con la gran meta de buscar el hueso enterrado.