Todo el mundo merece ser feliz, aunque sea una vez en la vida. Sería ideal que fueran más de dos, pero una es imprescindible. Y no hablo sólo de reír, de una risa superficial por una alegría pasajera. Hablo de la felicidad misma, de la sensación de que todo está bien y que la vida es maravillosa. Hablo de la felicidad que te hace olvidar por un instante todo lo malo que existe a tu alrededor. Esa felicidad la debe sentir el hombre al menos una vez durante su existencia y creo que así habrá valido la pena el paso por estas tierras.
Hoy lloro por un hombre que sé, no tuvo mucha felicidad en su vida. Tampoco muchas alegrías. Fue mas bien despreciado por los errores cometidos. Siempre se vió en su figura más defectos que virtudes. Pero un día, ese hombre me miró sinceramente y me dijo que le hubiera gustado alguna vez haber tenido una hija, y esa hija, le hubiera gustado que fuera como yo. Nunca olvidaré esas palabras. Calaron hondo dentro de mi. Me ensañaron lo bueno dentro de lo que todos ven como malo. Mi tío era un hombre con ganas de ser querido, aunque sea en una palabra, un gesto o un abrazo. Yo lo quería mucho y tuve la suerte de decirselo.
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