Ser "famoso" es bacán. Se te reconoce por lo que haces y la gente te quiere y te sigue. Y digo "famoso" entre comillas porque no hablo de la fama de Batman, ni la de la presidenta de la república, ni la de mi amigo Fre. Hablo de mi humilde fama, la que me gané en el trabajo. Pero en el fondo, cada fama, por gigante o pequeña que sea, nos trae lindos reconocimientos y tristes enemistades.
Yo me veo siempre rodeada de gente que me admira, que así como se encanta, se desencanta casi al tiro al ver que mis "grandes aptitudes" son alcanzables por todos. Y así como me rodeo de gente que me quiere y me respeta, estoy aun más rodeada de gente que me odia, de gente que me desprecia, que no puede concebir como una mina insignificante y muchas veces pedante, es valorada por lo que hace. Y así, sumando y restando, en el transcurso de mi vida me veo más sola que acompañada. A veces me gustaría solo pasar inadvertida y que mi camino de vuelta a casa fuera más alegre, con menos rollos en la cabeza y sin sentir culpa de las responsabilidades que dejé de tomar. Creo que hasta mis sentimientos han quedado a un lado, mientras la precision en todo lo que hago se hace cada día más indispensable, más que el aire, más que cualquier ganas de descansar.
Ojalá un día la balanza me favorezca y me gane buenas vibras. Mientras, miro todo desde mi solitario y humilde trono del éxito, esperando que luego sea el turno del otro.
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