FIN DE ESCUELA

La Natalia se licenció de cuarto año de enseñanza media escolar hace un par de semanas. Yo estuve invitada a la ceremonia a realizarse en su colegio, que es un establecimiento católico de niñas de dueños argentinos.
Llegamos un poco tarde, pero aun a tiempo de ver los ritos que suelen relaizarse en esas ocasiones. Me acordé, en la oscuridad del gimnasio, de mi licenciatura de cuarto también, del último día en que fui escolar y lo mucho que detestaba esa época en mi vida. Salí lo más rápido posible del memorable edificio Diego Portales y no quise quedarme viendo a mis compañeras lloriquear por "el fin de los mejores años de nuestras vidas". Para mi el colegio fue casi puro aburrimiento.
Pero la Natalia se sentía orgullosa de su escuela. Escribió días antes un discurso para homenajear su paso por las aulas junto a sus compañeras. Y así, lentamente, pasó la ceremonia de su licenciatura, llena de discursos y sentimentalismos, de homenajes a una chica que había muerto hace un par de semanas antes, un rato corto que se hizo largo, hasta la entrega de las licenciaturas. Ella ya tenía ensayada las poses, en ángulo de su rostro para verse perfecta.
Así se me vino a la memoria el fin de mi paso por la escuela, cuando era adolescente, cuando era tan distinta a mi cuñadita, cuando pensaba casi diametralmente opuesto a ella, asi como pienso hoy, porque soy otro tipo de persona, esa que se desapega fácilmente a las costumbres y muy tristemente a las cosas queridas. El colegio nunca fue algo querido para mi, fue pura rutina. Pero ha quedado en el pasado, tanto para mi como para ella. Ahora, solo queda vivir, pero de verdad.