LA NONA

Maclovia Leonor Muñoz Carlier era la nona, mi abuela, la última que me estaba quedando. Se me hizo muy inesperada su partida, pues la muerte anda rondando por mi techo hace un tiempo y no pensé que la nona sería su elegida. Ella llamó a sus hijos para decirles adiós, pero nosotros no alcazamos a llegar y sólo me quedo con el recuerdo de la última vez que la ví en vida, tan linda y fuerte, con aires franceses y aliento de madre chilena. Ella decía la última palabra siempre, aunque el abuelo pataleara y refunfuñara. Así era ella, dominante e independiente, una mujer admirable. Y se va dejando ocho hijos y decenas de nietos, dejando recuerdos de infancia, dejando su imagen estampada en las fotografías, dejando su voz diluyendose con el viento.
Todos nos reunimos a despedirla, asi como ella tanto quería, así como se lo merece. Una fría mañana de invierno la nona nos deja y nosotros la acompañamos hasta el lecho donde descansa su amado. Allá lejos, mis recuerdos se reencuentran con una vida pasada, con cariños olvidados, con paisajes recorridos, mientras agitamos el pañuelo al son de un tango, para rendirle el último adíos a la nona.